En la planta principal de la casa señorial de los Arias de Medina, junto al comedor principal [fig. 1], se encuentra una pequeña estancia de reducidas dimensiones, con una superficie aproximada de 4 m2, recrecida sobre uno de los lados del comedor. En este espacio se ha recreado un tradicional oratorio doméstico, con la inclusión de numerosas piezas de uso litúrgico, ornamentos, escultura, pintura y orfebrería, así como elementos de retablística, de muy distintas cronologías, procedencias y técnicas artísticas, que componen un singular conjunto dentro de la colección de la casa del pintor Julio Visconti.
No consta que los anteriores inquilinos de la casa hubiesen dado a este especio un uso cultual, sin embargo si hemos podido recoger el testimonio del estado de las puertas exteriores de este espacio previo a la adquisición de la casa por parte de Julio Visconti, que indica que las puertas estuvieron estucadas y doradas, algo propio de espacios relevantes dentro del ámbito doméstico, y que señala la importancia de la estancia a la que anteceden. Cabe señalar que la casa se encuentra en la colación de la parroquia de Santiago, a escasos metros de la clausura conventual y de la propia parroquia, por lo que este espacio tendría un carácter absolutamente privado y estaría enfocado más a la oración que a la celebración litúrgica, dadas sus reducidas dimensiones y por otro lado la ya referida proximidad al templo.
De las numerosas piezas recogidas por Visconti y conservadas en este espacio, vamos a señalar tan sólo unas cuantas, que nos den una idea de la variedad de estilos, soportes y procedencias de este conjunto.
Comenzamos por la propia estructura retablísitica [fig. 2]que constituye el centro de este oratorio, compuesto por dos piezas de distinta procedencia, montadas actualmente formando un único retablo, compuesto por la hornacina de la parte superior y la mesa altar de la parte inferior. Probablemente ambas daten del siglo XVIII y es difícil establecer su origen con exactitud, porque el estilo rococó se impuso en la retablística en todas las escuelas barrocas españolas. La mesa, tiene decoración más sencilla a base de guirnaldas talladas y doradas con hojarasca y centro de flores, que recorre todo el perímetro del mueble. Dos elementos singulares destacan sobre la policromía oscura, por un lado el escudo carmelita del centro de la base, enmarcada por un desarrollo vegetal a modo de macollas, que revela la dedicatoria original a la Virgen del Carmen o bien la procedencia del retablo de un convento carmelita. Una venera completa la decoración inferior, que se conserva parcialmente ya que se debió perder el remate inferior durante el desmontaje del mismo.
La parte superior, mucho más interesante, es igualmente de madera tallada, con policromía en tono rojizo y dorado. Debemos de considerarla una hornacina, ya que se trata del marco destinado a acoger en su interior y enmarcar a la figura sagrada, cuya naturaleza desconocemos dada la ausencia de elementos distintivos o singularizadores. Se trata como la mayoría de las estructuras retablísticas de esta época, de un diseño de carácter arquitectónico envuelto con una aparato decorativo sobresaliente. El arco de medio punto está flanqueado por pilastras cajeadas con decoración de guirnaldas florales, y rematadas no por capitel, sino por modillones, que soportan un frontón curvo quebrado. En el interior del frontón se alojan dos grandes roleos que dan gran movimiento al remate. Finalmente será la aparición de la rocalla de los decoraciones laterales la que caracterice de forma excepcional el retablo.
En el centro del retablo hay una imagen de la Virgen con el Niño [fig. 3], que bien podría ser considerada Virgen del Carmen, aunque el tradicional distintivo iconográfico de esta advocación, que es el escapulario, no se conserva.
Pertenece al tipo de imágenes de vestir que son denominadas en el ámbito levantino y catalán como “cap i pota” (en castellano cabeza y pie), podrían considerarse como una muestra de imaginería popular religiosa surgidas durante el siglo XVIII y con gran desarrollo y fortuna en el siglo XIX, e incluso primeras décadas del siglo XX.
Estas imágenes, adaptan el concepto de las tallas de la imaginería procesional barroca, las denominadas imágenes de vestir o de candelero, en las que se talla y se policroma con especial esmero las cabezas, manos y pies de las imágenes y el resto del cuerpo se queda en bruto ya que será cubierto por las vestiduras.
Este tipo de imaginería para ganar en realidad, como ya se había hecho durante todo el periodo Barroco, complementó la talla con elementos como el pelo natural o los ojos de cristal, lo que unido a las finas policromías y a las vestimentas, otorgaba una carácter verdaderamente verosímil. Además y dependiendo de los casos se generaban ajuares para las imágenes, especialmente las marianas, que hacían que las misma talla se adaptara a diferentes momentos del calendario litúrgico con gran eficacia devocional.
Aunque hay tallas de todos los tamaños, el más común es el tamaño medio, muy apropiado para las devociones particulares en hogares, lo que suele hacer que se muestren en hornacinas hechas ex profeso, de ahí la perfecta adecuación de la imagen mariana a este espacio de la casa de Visconti.