Anónimo andaluz
- XVIII
Madera tallada , policromada, dorada y estofada
88 x 48,5 x 33,5 cm
13 x 38 x 26 cm (peana)
Talla en madera policromada de tamaño académico que representa a San José con el Niño. Se trata de una de las devociones que se consolida durante el Barroco, apoyada en la doctrina postridentina cuando se otorga a San José un papel de protector del Niño, al que suele llevar en brazos, representado como un varón en plenitud y madurez, alejado del papel secundario que se le venía otorgando durante la Edad Media, cuando era representado como un anciano y siempre inserto en escenas relacionadas con el nacimiento y la infancia de Cristo.
En este sentido, señala Pierre Civil, que San José siempre fue tratado como un mero artesano asociado a su taller de carpintería, frente a otros santos como San Lucas que alcanzaron en la iconografía la consideración de artistas, precisamente una de las polémicas más agrias del XVII español , cuando los artistas buscaban ser liberados de la consideración de la práctica artística como un mero ejercicio manual o artesanal.
Será no obstante en los Evangelios Apócrifos y en la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine donde mayor tratamiento se dé a la figura de San José, que en los textos evangélicos apenas adquiere relieve.
De hecho, la fiesta para la Iglesia universal de San José se instaura en 1621. Otro fenómeno que contribuyó a la difusión del culto a San José, según Marylena Luna fue “el culto por parte de las órdenes monásticas como las del Carmelo, la de los Franciscanos con San Pedro de Alcántara y la de los Jesuitas, quienes se encargaron de dedicarle una capilla por cada iglesia”.
En cualquier caso la escena barroca relacionada con el patriarca por excelencia será la de San José con el Niño. En ocasiones se presenta con el Niño en brazos, ya sea recostado en su regazo o sentado en la mano, en otras ocasiones se representa a ambos caminando de la mano. Finalmente, y esta fórmula está más bien asociada a la pintura, se representa a San José sentado sosteniendo al Niño en sus brazos. Todas ellas tienen un amplio desarrollo en el Barroco Andaluz, si bien en al ámbito granadino San José con el Niño en brazos adquiere notable protagonismo.
Será una vez más Alonso Cano el que inaugure la fórmula de representación a través de la colosal escultura del convento del Santo Ángel, que concluyó con la ayuda de Pedro de Mena, y hoy conservada en el Museo de Bellas Artes de Granada. A partir de ahí los escultores de la denominada “Escuela Granadina”, integrada entre otros por la saga de los Mora, Risueño, Torcuato Ruiz del Peral, el artista de Exfiliana, o Vera Moreno. Además artistas foráneos como Duque Cornejo también desarrollaron con especial éxito esta iconografía, destacando también Pedro y Luisa Roldán, más conocida como “la Roldana” en el ámbito sevillano.
La talla de la Fundación Visconti, ha de enmarcarse en la corriente escultórica andaluza de la segunda mitad del siglo XVIII, ya que su excesivo movimiento y especialmente la decoración de la policromía invitan a pensar que se trata de una obra postrera del periodo barroco.
Responde al modelo en el que suele avanzar una de las piernas, en este caso la izquierda, dejando la derecha atrasada , creando así una sensación de movimiento. El torso se alinea con la figura del Niño, que permanece erguido en el brazo izquierdo, apoyado y asentado sobre el amplio ropaje que envuelve el brazo del santo.
En el rostro de san José tiene “rasgos finos, ojos abiertos nariz afilada y boca pequeña ligeramente entre abierta esbozando una sonrisa tibia. Barba amplia y partida”, y pelo tallado con amplios mechones propios del modelado del barro, descripción común a muchas tallas del santo carpintero. El Niño bien tallado y proporcionado se presenta desnudo y en diálogo con San José en cuyo hombro apoya su mano tratando de agarrarse al cuello.
San José viste con túnica y manto verde y dorado en el frente y rojizo y dorado en la parte posterior, en la que no se escatima ni en la profusión de la talla, ni en la calidad de la policromía, si bien la talla está concebida para verse de frente, pudiendo haber pertenecido en su origen a algún retablo del que no se tienen noticias. Toda la escultura genera un movimiento ascendente y envolvente con un carácter barroco y dinámico.
El repertorio decorativo del estofado y del dorado del manto y túnica, está realizado a base de roleos vegetales y florales propios del periodo barroco tardío y que en este caso además son en buena medida incisos, proporcionando mayor sensación de relieve y realidad a los tejidos.
Como es habitual en esta iconografía, la mano derecha está concebida y en posición de sostener una vara florida, uno de los atributos más reconocibles del santo, no parece que la actual de plata, aunque sea de época, fuese la original, lo mismo sucede con la ráfaga de la cabeza y con la peana sobre la que está colocada la escultura.